«Todo hombre que posee un alfabeto es un escritor que debe ser reconocido». Louis-Ferdinand Céline
El alfabeto latino, base de la lengua latina, surgió alrededor del siglo VI a.C. en Italia. Este alfabeto es común para prácticamente todos los países occidentales. En esa época, no estaba definido el sentido de la escritura. De hecho, las inscripciones se realizaban de derecha a izquierda con una fíbula o un alfiler de oro y en otras ocasiones, de izquierda a derecha, o incluso se alternaban ambas direcciones.
Al principio, estaba compuesto por diecinueve letras.
Actualmente, su grafía es muy sencilla y revela un origen fruto de la combinación del fenicio, griego y etrusco.
En este artículo, Superprof intentará profundizar en su historia: desde los orígenes hasta su uso actual.
Descubre cuál es la historia del alfabeto latino. || Créditos: Visual Hunt (diffendale)
Los distintos sistemas de escritura tienen sus orígenes en diferentes partes del mundo y en diferentes épocas: Mesopotamia, Egipto, China, América central… Es preciso recordar que nuestro alfabeto nació en la región de Canaán, que hoy corresponde a Oriente Medio (El Líbano, Israel, Siria, Jordania, Sinaí).
Nuestro alfabeto también tiene un origen semita. Originalmente, los jeroglíficos egipcios se utilizaron para construir poco a poco el alfabeto que conocemos hoy en día. Utilizamos un alfabeto pseudo-jeroglífico consonántico. Al mismo tiempo, y mucho antes que el diccionario de latín moderno, nació una escritura cuneiforme fenicia, donde dominaban las consonantes. Posteriormente, los griegos tomaron este alfabeto fenicio como punto de partida para añadirle vocales y adaptarlo a su lengua.
El alfabeto griego dio lugar entonces al alfabeto etrusco que es el que a su vez dio origen directo al alfabeto que empleamos hoy día. Los etruscos llegaron en primer lugar a Asia Menor según Heródoto, aunque esta teoría no está confirmada.
Los etruscos llegaron a la Toscana alrededor del siglo VII a.C. y adoptaron el alfabeto griego para transcribir una lengua que hoy en día sigue siendo todo un misterio. De hecho, los expertos aún no son capaces de comprenderla del todo y de traducirla a pesar de saber leerla.
La civilización etrusca se extendió por toda Italia y poco a poco el alfabeto etrusco se fue extendiendo por todos los lugares de Europa, al ritmo de las conquistas romanas. El resto de lenguas y escrituras locales también desaparecieron. En el siglo III a.C., había unas 19 letras en el alfabeto. La X, Y, Z se adoptarían posteriormente por influencia del griego.
El alfabeto etrusco contenía una serie de letras «inútiles» según el sistema fonológico de la lengua etrusca. De hecho, sabemos que la vocal «O» no se utilizaría hasta que posteriormente llegaron los romanos.
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No todas las letras del alfabeto son precisamente útiles. || Créditos: Visual Hunt (Tim Green aka atoach)
La escritura en la época de los romanos se reservaba a la memoria de los hombres importantes. De hecho, es habitual encontrar epitafios en latín en los que se invita a la gente a glorificar a la persona enterrada.
Por lo tanto, no se realizó ninguna democratización de la escritura y la tasa de alfabetización era muy baja (solo llegaba al 30 % de los hombres adultos). Aunque los niños y niñas aprendían a leer y a escribir gracias al magister, esta educación se reservaba a las familias más prestigiosas.
Saber leer y escribir en la época romana guardaba un significado religioso. De hecho, se pensaba que el desarrollo del intelecto podría asegurarle al difunto una mejor vida tras la muerte e incluso permitirle acceder a la inmortalidad.
Encontramos muchos medios en los que están presentes la declinación latina y la escritura latina, como, por ejemplo, las paredes y mesas, a menudo, en cera. Se encontraron muy pocos pergaminos, sobre todo, porque eran muy escasos en esa época.
No sería hasta el período comprendido entre los siglos I y V que los pergaminos en papiro se fueron extendiendo y dieron lugar a una nueva obra: el códice.
Por otro lado, la puntuación no existía en esa época y para ayudar a los oradores con sus discursos, las pausas venían simplemente marcadas por el salto a otra línea.
La escritura depende del habla. Solo sirve para transcribir lo oral.
En el alfabeto latino de esa época solo existían mayúsculas, aspecto que cambiaría en el período carolingio (siglo IX), cuando la escritura se separa gradualmente de lo oral y se introducen las minúsculas.
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La transcripción de las obras y los discursos debía hacerse de acuerdo con la reforma de Carlomagno.
En el contexto de la conquista romana, fue cuando se desarrolló la escritura y así como fue evolucionando. En ese momento, comenzó a alejarse del alfabeto fenicio y de la lengua semítica que fue en sus inicios y comenzaron a surgir dos tipos de letras mayúsculas:
La escritura se utilizaba para transcribir poemas como los de Virgilio, así como recitales literarios, pero también para hablar de los méritos de un ciudadano en las calles de la ciudad e inmortalizar el discurso en bronce o piedra.
Sin embargo, es en la vida cotidiana donde la escritura experimentará una mayor evolución.
Se empezó a utilizar en cartas, diplomas y contratos de venta; se fue redondeando y simplificando y las letras fueron aproximándose poco a poco. Se fue diferenciando la altura de las mayúsculas, dando lugar a la escritura que hoy en día denominamos cursiva romana. La minúscula apareció en el siglo III d.C. a través de la escritura vulgar (del pueblo) en las lenguas latinas o romances.
Las letras, originalmente muy cuadradas, se irían redondeando poco a poco, especialmente en los textos religiosos cristianos.
Carlomagno fue quien aprobó la utilización de las minúsculas para establecer su autoridad cuando llegó al poder en el año 771, lo que dio lugar a una reforma de la escritura. Todos los textos deberían volver a copiarse en minúscula carolingia. Nuestra escritura actual proviene de esta normalización.
No existía la «U», solo se utilizaba la «V», de la manera que se pronunciaba en la época romana.
De los primeros siglos del uso del alfabeto romano, heredado de los fenicios y alejado poco a poco de la escritura jeroglífica de la tradición egipcia, hay que señalar varios hechos:
En su versión arcaica, el alfabeto latino contaba con 20 letras:
A, B, C, D, E, F, H, I, K, L, M, N, O, P, Q, R, S, T, V, X.
Contaría con 23 letras, tras su grafía clásica tras el siglo III d.C.:
A, B, C, D, E, F, G, H, I, K, L, M, N, O, P, Q, R, S, T, V, X, Y, Z.
Te habrás dado cuenta de que faltan las letras «J», «U» y «W», que aparecieron posteriormente, como el uso de las letras más redondas.
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En 1450, Johannes Gutenberg inventó la prensa mecánica, que daría origen a la imprenta.
Desde la aparición de la escritura en Mesopotamia y la evolución del alfabeto árabe y del griego antiguo a través de las lenguas hebrea y eslava, las letras clásicas del alfabeto latino apenas variaron.
Fue en el Renacimiento cuando se produjo el mayor cambio en la forma de escribir gracias a la invención de la imprenta. Hasta entonces, los manuscritos se habían escrito a mano, pero con su invención, se fue difundiendo el uso de los libros.
¿Sabías que la Biblia fue la primera obra impresa?
No obstante, no dejamos de escribir a mano; de hecho, se fueron desarrollando otros estilos de escritura:
Hasta el siglo XX, este último fue el que sirvió de base para el aprendizaje de la escritura escolar. Hoy en día, las letras continúan evolucionando.
Durante la aparición de la informática (herramienta gracias a la cual podemos consultar las citas latinas de manera gratuita), el primer sistema gráfico que se reconoció fue el alfabeto latino. A cada glifo, le corresponde un código manipulado por el aparato informático. Desde la norma ASCI hasta la norma ISO 8859, todos los alfabetos que se utilizan hoy en día vienen recogidos en el ordenador:
Nuestro alfabeto no ha sufrido más modificaciones tras su forma final de 26 letras, salvo las variantes de cada lengua. Por ejemplo, el español tiene 28 letras con la «ll» y la «ñ» y, por otro lado, no utiliza el acento circunflejo, heredado directamente del griego.